Vuelves de fiesta no muy tarde, o no lo suficientemente temprano. Vuelves con esa gula post baile y alcohol. La vida en la calle, pongamos por ejemplo, a las cinco de la madrugada, es inexistente: calles desiertas, negra noche, silencio.
Sin embargo, hay un sector de la población que a estas horas en las que tú ya piensas en dormir, está despierto desde hace un rato con las manos, literalmente, en la masa. Son los panaderos.
El italiano que conduce nuestro coche para en la puerta de una pastelería aparentemente cerrada. Los españoles que vamos en el coche no sabemos qué pretende. Observamos. Nuestro italiano llega a la verja de la panadería y, a través de ésta, llama a la puerta con los nudillos. El panadero abre sigilosamente un pequeño hueco en su tienda, el necesario para "pasar la mercancía". Nuestro amigo pide cinco cornetti di nutella. "Rápido, cinco euros", le pide el panadero. Rápido porque es ilegal la venta "dolce" a estas horas y comprador y vendedor lo saben. Nuestro italiano vuelve feliz al coche con el producto: cinco cruasanes de chocolate recién hechos. Nos lo comemos en la clandestinidad del coche.
2 comentarios:
Y ya se sabe que nada se puede comparar al sabor de lo prohibido... Así que los cornetti clandestinos, tenían que estar de muerte!!!
Jejeje, contrabando de "croissants"... mi bollo favorito!!:)
Publicar un comentario